Fueron años que aún tienen mucha presencia en la sociedad actual por sus misterios, relatos, magia y como referente histórico importante marcada por el poder de la religión.
La iglesia católica, musulmana o judía imponían las normas. En la época medieval el sexo se entendía más bien como un acto para procrear. De hecho, practicar sexo por placer, el derramamiento de semen, las tendencias sexuales o la imposibilidad para concebir no eran aspectos vistos con buenos ojos.
Las mujeres que cometían infidelidad eran castigadas con la muerte en muchos casos. Era fácil conseguir esta prueba y en cuanto había dos personas que ofreciesen un testimonio verbal y se sometiese a prueba a la esposa, el castigo era casi inmediato. El aborto era penado también con la hoguera.
El matrimonio era visto más bien como una alianza política o económica para asegurar el poder. El cuerpo de la mujer era visto como un objeto para tener descendencia y asegurar el linaje. La iglesia judía era menos restrictiva con la sexualidad y contemplaba el gozo de la mujer.
No obstante, el sexo forma parte de la vida y el reglamento estaba en contra de la naturaleza. Por tanto, paralelamente a estas condiciones tan represivas, existían los placeres, los amantes, el sexo oral, los homosexuales o la masturbación así como cualquier tendencia natural en la sexualidad.
La virginidad de la mujer era un aspecto de máxima atención en la época medieval y se consideraba una virtud. Era la garantía de calidad para un esposo y se entendía que únicamente debería ser entregada al esposo legal, lo que se conocía como la desfloración de la doncella.
Como curiosidad, para curar los pensamientos candentes eran muy comunes las sangrías en los muslos para los hombres y las fumigaciones en la parte genital para las mujeres.
Fuente imagen thinkstock.
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